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7/7/15

La dinastía de los Aramayo, los "Reyes de la plata"

Para muchos políticos e historiadores los miembros de este clan constituyeron el grupo de los “reyes de la plata”, y más tarde figuraron como los “barones de la gran minería”.

La dinastía de los Aramayo, los "Reyes de la plata"
→ 1ª Generación:      José Avelino Aramayo Ovalle 1809 - 1882

→ 2ª Generación:      Félix Avelino Aramayo Vega 1846 - 1929

→ 3ª Generación:      Carlos Víctor Aramayo Zeballos 1889 - 1981

 Consta en las crónicas de la familia, que Francisco Ortiz de Aramayo, contrajo nupcias con Juana de Dios de Porras y Matorras, en la segunda mitad del siglo XVIII.

En los primeros años del siglo XIX habitaba en Moraya un matrimonio integrado por Isidoro Ortiz Aramayo, hijo de Francisco Ortiz de Aramayo, y de María Ovalle. El 25 de septiembre de 1809 María dio a luz en Moraya a un hijo varón, bautizado el 1 de octubre con el nombre de José Avelino. Sus padrinos fueron Bruno Ortiz de Aramayo y Manuela de Aramayo, vecinos del lugar. José Avelino, quedó huérfano de madre en 1815.

En Tupiza, en la Plaza Independencia, existe una estatua en su honor que fue inaugurada en 1909, por su hijo Félix Avelino Aramayo Vega.

 1ª GENERACIÓN – JOSÉ AVELINO (ORTIZ DE) ARAMAYO OVALLE   1809 - 1882

José Avelino Aramayo nació en Moraya (Potosí), en 1809 y murió en París (Francia), en 1882. Conoció a la argentina Coloma Vega, hija del general Nicolás Vega. Ella tenía 19 años y él 36, cuando contrajeron nupcias en París, el 27 de septiembre de 1845. Testigos de su boda fueron José María Linares e Isidoro Echegaray. La pareja tuvo cinco hijos: Félix Avelino, Carlos, Emilia, Luis y Elvira.1

José Avelino, pertenece al primer anillo de la cadena de tres generaciones de industriales mineros y figura prominente de la minería argentífera, en el siglo XIX. De familia modesta, empezó de ayudante de arrieros que comercializaban desde Tucumán (Argentina), hasta Cuzco (Perú); luego, fue empleado del minero y comerciante tupiceño Manuel de Jáuregui, con quien adquirió mucha experiencia.

 Nunca estuvo de acuerdo con las políticas de Estado, relativas a la comercialización de las pastas de plata. Convencido de las ilimitadas posibilidades que ofrecía el país y las ciencias, trazó un diagnóstico muy crítico de la sociedad boliviana; emprendiendo, desde 1850, una campaña para que el país alcanzara el nivel de los europeos o de la Argentina o Chile, y la base tenía que ser la actividad minero-metalúrgica, que abarcaba simultáneamente: los ferrocarriles (que fueron proyectados por él en 1863, 1866 y 1870) para salvar el Litoral, la agropecuaria, los intereses territoriales y la democratización de la vida política.

Como viajero que fue, recorrió a lomo de caballo o mula, la provincia Litoral; y llegó al convencimiento de que los yacimientos de Lípez, Portugalete, Chocaya, Ubina, Huanchaca, Porco, Potosí, Aullagas, Antequera, Poopó, Oruro, Carangas y Salinas, constituían el futuro y podrían alimentar la formación de numerosas empresas mineras. Él sabía dónde se encontraban los yacimientos de oro, ya que este metal era producido en pequeñas cantidades por sus pobladores, en: Tipuani, el río de los Cajones y Chuquiaguillo (todos en La Paz); Choquecamata, Chayanta y Chichas (todos en Potosí); Mojos y Chiquitos (en el oriente).

Había trabajado un tiempo en la mina Gallofa. Tenía conocimiento de la mina de Colquechaca y por eso las otras minas no tenían secretos para él; ya que conocía de su mineralogía, la potencia de sus vetas, la profundidad de sus tajos y el volumen de sus reservas. Partía de la premisa que las minas habían sido trabajadas sólo superficialmente y que estaban intactas a profundidad. Identificó, de la misma manera, las minas de cobre; y afirmaba que esas vetas eran abundantes y ricas, y estaban situadas en: el Desaguadero, Corocoro, Sicasica, Paria, Oruro, Negro Pabellón, Poopó, Condo, la cordillera de los Frailes, Lípez y Chocaya (sus vetas en Chichas y San Bartolo, en la provincia de Atacama, eran poderosas). Y la misma opinión tenía de las menas estañíferas, y aseguraba que el estaño se encontraba en todas las formaciones y con buena ley, que debería hacer su explotación y beneficio muy sencilla y poco costoso; mencionaba como gran yacimiento al hermoso cerro de Huanuni, que apenas había sido trabajado por los antiguos, en sus afloramientos y nada a profundidad.

En 1849, nació la empresa mercantil 'Aramayo Hermanos', que se ocupaba de rescatar minerales. Tenían oficinas en La Paz y Potosí. Pronto la firma se hizo de nombre, en el ámbito comercial y financiero en el sur del país. Entre otros rubros se dedicó a la exportación de cascarilla o quinina (buena contra el paludismo), que obtenían en la provincia Caupolicán (La Paz) y del Chapare (Cochabamba); para eso fundaron un Banco de Quinas, que tenía el monopolio para exportar anualmente 322 toneladas de corteza.

Luego del exilio, en Chile (1848-1853)5, fundó la 'Sociedad Antequera', basándose en la pertenencia minera de Caracollo y el ingenio de Sevaruyo (Oruro). Tanto en la mina como en la planta de procesamiento, se constituyeron en su época como pioneras en la mecanización y transferencia tecnológica europea; y en el campo social, patrocinó la creación de la Caja de Ahorros, para los obreros. En 1855, organizó la 'Compañía del Real Socavón' de la que fueron accionistas los ex-presidentes: Tomás Frías, Narciso Campero y Aniceto Arce; y a la que trasladó parte de los expertos europeos que trabajaban en Carguaicollo, Oploca, Portugalete y Huanchaca, para acabar arraigado en San Joaquín, junto al Chorolque (Potosí).

Veamos en detalle esos negocios mineros. En las cercanías de su casa de San Joaquín, había levantado un ingenio, para procesar parte de los minerales producidos en sus minas. Manejó esta instalación estrictamente y dio trabajo a decenas de trabajadores. Personalmente daba instrucciones en su planta. Como tenía nociones de medicina curaba a los heridos leves y las afecciones de sus mineros, sus mujeres e hijos; amén de costearles los medicamentos. Por primera vez en Bolivia, 'Aramayo Hermanos', implantó un sistema de caja de ahorros a favor de sus trabajadores; medida que después sería imitada por otras empresas y daría origen al sistema de seguro social implantado por Bautista Saavedra, recién en 1924.

En 1850, adquirió la mina Carguaicollo, de propiedad del ladino cateador Juan Bautista Palmero. Éste, dos años antes había descubierto dos vetas de plata (de 3 kg/t de ley): la Ancona y la Tacana. En la mina aplicó lo que había visto en Francia, introduciendo por primera vez, en Bolivia, el sistema de “maderocarriles” en interior mina. Eran una especie de volquetas que servían para transportar los minerales, y se deslizaban sobre rieles de madera, recubiertas de planchas de hierro; en esta forma, las menas o el mineral de caja podían ser sacados a la bocamina, más cómodamente que empleando las carretillas a mano.

Una obra de mayor envergadura se efectuó en el ingenio de Sevaruyo, donde José Avelino instaló nuevas máquinas para la molienda. A buen costo adquirió y quiso introducir el método de barriles o toneles, para amalgamar; desarrollado en Freiberg (Sajonia). Construyó hornos utilizando un sistema patentado en Europa, denominado Freiberg, y más tarde los reemplazó por hornos de doble bóveda. Dado que esa tecnología era desconocida en el país, tuvo que contratar, a su costa, a expertos (ingenieros, metalurgistas, químicos, maquinistas, operarios y artesanos) para modernizar sus empresas. Así, en 1856, trajo al mensurista y topógrafo alemán Hugo Reck, con el fin de diseñar el mapa del Altiplano boliviano. Carlos y Ernesto Francke (alemanes), metalurgistas, se ocuparon de difundir las nuevas técnicas de amalgamación-fundición, ignoradas en Bolivia; y que rápidamente fueron adoptadas por numerosas empresas. Juntos fundaron la sociedad 'Aramayo, Francke & Co. Ltd.'  Otro experto que llegó fue Guillermo Bruckner, inventor del horno que lleva su nombre; y que se hizo famoso más tarde en México y Estados Unidos. Trabajaron para él: el ingeniero de minas, Enrique Stollwerk; el contador financista, Pedro Peruski; el ensayista-metalurgista, Enrique Rosenbluth; el pedagogo, Francisco d’Avis8 y el carpintero, H. Mack. Carguaicollo se constituyó en la mina pionera de la mecanización en el país; y Sevaruyo, el lugar de muchas innovaciones tecnológicas. La empresa, al cabo de tres años, rendía 300’000 pesos, al año.

 Y no conforme con ello, buscó socios y contrajo fuertes deudas. En el siglo XIX, lo imposible se llamaba el Cerro Rico de Potosí, mina marginal que tenía plata de baja ley, mucha pirita y estaño de escasa aplicación. En 1858, organizó la 'Compañía del Real Socavón', de Potosí, con el propósito de explotar sus parajes. Primero, un día visitó el Cerro con Martín Jáuregui; y más tarde, mandó edificar el ingenio Quintanilla, al que dotó de tecnología que hasta entonces no se conocía en Bolivia, y llevó a sus expertos extranjeros contratados para Carguaicollo. Para cubrir los gastos emitió acciones en el mercado local y se asoció con personalidades, como: Tomás Frías y Narciso Campero, y otros inversores menores; con los que a la larga terminaría pleiteándose. Vano fue su esfuerzo: la plata del Cerro estaba agotada; no obstante, estaban los desmontes de estaño aguardando ser retratados, porque su precio todavía no justificaba su recuperación.

Ya hemos manifestado que la idea de construir un socavón casi en la misma base del Cerro Rico, era un proyecto colonial de la época de Jorge de Escobedo y Alarcón (por 1778). Esos trabajos posteriormente fueron abandonados. Al ser retomados por José Avelino, en 1876, éste fue el primer industrial minero en utilizar máquinas perforadoras en el Real Socavón de Potosí, y donde tuvo cierto auge en la explotación argentífera. En 1886, fueron adquiridas esas pertenencias por la 'Compañía Inglesa del Real Socavón'.

Otra sociedad que operó casi simultáneamente a la anterior, fue la que organizó con los industriales mineros Gregorio Pacheco y Calixto Yánez, para explotar los famosos yacimientos de Antequera y Oploca; o sea, las minas de Portugalete. Para completar esta situación y arriesgando todo, se lanzó a la adquisición de Huanchaca, ubicada en el cerro de Pulacayo, muy cerca de Uyuni; y que la encontró abandonada por la presencia de agua hirviente que brotaba a borbotones.
Huanchaca, le dio modestas utilidades y con el paso del tiempo, los elevados costos de producción le originaron serias pérdidas que le obligarían a deshacerse de la mina. Una verdadera lástima, ya que en 1894, Huanchaca, pagó dividendos superiores a 400’000 libras esterlinas; una cifra superior al presupuesto nacional de ese año. No todo le salió bien y tuvo que deshacerse del Real Socavón de Potosí, de Huanchaca y otras minas más. Acosado por los pleitos entablados por los acreedores, sus adeudos sumaban cerca de medio millón de pesos. La firma 'Aramayo Hermanos', debió declararse en quiebra; a pesar que el valor de sus inversiones superaba el millón y medio de pesos.9

De las líneas precedentes podemos imaginarnos la personalidad de este inquieto industrial minero: emprendedor, innovador, temerario, visionario, soñador, poco pragmático, etc., de ascendencia muy humilde y que nunca logró gran fortuna. Como hombre de temple luchó hasta el último de sus días. No alcanzó personalmente la satisfacción de conocer el triunfo; y cuando murió, dejó más deudas que fortuna, a sus hijos.

Fuente: http://www.giorgetta.ch

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