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31/12/12

Por las orillas del país, Rondas en Tupiza

La autora, hija adoptiva de Sud Chichas desde 1994, recrea el ambiente de fiesta y gozo que impera en la tierra chicheña en esta temporada.

Desde la banda he venido, pisando sobre las flores,

como soy muchacho tierno, vengo rendido de amores.

Por esa banda, por ese rozal,

me has hecho lo que has querido,

pero me lo has de pagar.
Alfredo Dominguez - Tupiza


Súbite a las ancas, Marcelina,

súbite a las ancas, Marcelina.

Churo vamos a galopear

por el camino,

cruzaremos el Torojoy,

banda, banda, había crecido.

Mi poncho al hombro pintudo,

la canción está en mi pecho,

Cajita golpeada,

que pa’ cantar yo te he hecho.

Es necesario aprender de memoria éstas y otras coplas chicheñas para participar en los coros populares mientras se zapatea por la plaza mayor de Tupiza. Es 6 de enero, la Fiesta de Reyes; acaba de pasar el baile para recibir el nuevo año y ya nos preparamos para el carnaval.

El sur boliviano es una sola ronda durante todo el verano, época de duraznos, damascos y cerezas; época de nardos, rosas y claveles; época del maíz tierno y del olor a humintas y a tamales en todas la moradas. Época de lluvia fecunda y río crecido.

Tupiza, capital de Sud Chichas, es, ni duda me cabe, la tierra privilegiada para el amor, el baile y el arte. Desde hace años aprendo cada vez alguna tonada nueva y gasto sandalia en las rondas incansables que guía algún mozo entonando:

“Una rosa en cada mano, en cada pie, un clavel, / chura la moza, ay que linda se la ve,/ esa vuelta, esa vuelta, saltando, saltando, imillas.

Los poetas y músicos tupiceños alaban a los cerros colorados, al río, a las flores y son felices en medio de la pobreza y la escasez material. Su única tristeza es la amorosa, cuando la moza atrevida parte con el rival.

Mientras tanto, hay que danzar, con la composición de Willy Alfaro, con las guitarras y voces de Los Chalas, o con el formato juvenil de Hidra y Los Cantores del Sur.



Estoy llegando a mi tierra, donde una moza me espera.

Cruzaremos a Remedios, a la fiesta de los Reyes.

Qué chala está mi imilla,

tan rica como la chicha,

boquita coloradita,

cinturita cántaro e’ chicha.

Cante, baile, mi moza,

que más tarde hai de gozar.

Bajo sauces llorones,

las estrellas hai mirá.



Mientras las manos se trenzan, cada mujer desea ser esa moza, esa imilla.

Bajan las muchachas desde los cerros, falda amplia y roja, blusa ceñida y blanca, la rosa detrás de la oreja, el sombrerito ladeado. Adelante, el mozo con elegante chaleco negro, pantalón apretado y las mejores ojotas para apurar el galope del caballo.

Con destreza cruza el río, cabriolas y relinchos. Rompen las guitarras, la cajita y los tambores. Gritan los jóvenes: “Vení mozita, bailemos, toda la noche gocemos, al ritmo de la tonada”.

Sólo los flojos se cansan; ni las viejas se sientan porque aún sueñan con la serenata que se repite hasta el cansancio. “Canta, canta cajerito, canta, que te heide pagar”.

Coplean los jinetes para la fiesta de Remedios que ya va a comenzar, todos con sus ponchos rojos y el chicote en una mano, espoleando los ijares del alazán.

Esta noche mi mocita, la tonada tupiceña ai cantar,

salte y baile, al compás de su cajita se hai mover.

Ya se ve su blanca enagua y su corazoncito,

para saltar, para bailar, a la ronda voy a entrar.

Toque cajerito con más fuerza,

que la moza hai saltar.



O el elogio a las famosas doñas:



Para cruzar a Remedios, a tomar rica chicha

donde una señora buena moza

de nombre llamada Emiliana.

Ella decía: “oiga, paisano, venga a tomar vaso chichita,

y aquella mocita hai convidar,

otra tutuma de chichita”.



¡Cuidado, paisano, con la ojoza! Al atardecer, suenan las picardías del mayor músico entre todos los chicheños, Alfredo Domínguez.



Dijo el gallo a la gallina, mis criterios no son vanos,

si vos tendrías tus senos, yo que haría sin manos, choy.

La ratita estaba encinta, para ese ratoncito,

al cabo de un tiempito, les nació un elefantito, choy.

Soy de las que no engañan, me dices con tanto celo,

y adentro de tu pupila me está abordando el carnero, choy.

Dicen que soy mentiroso, eso sí que es mentira,

lo acepto, soy mentiroso, pa’ que vean que no miento.



En el famoso hotel de los griegos Mitru la gente se agolpa. Unos llegan desde la frontera, otros desde el norte, por tren o por carretera. Hay que engalanarse con sayas y amplias mantas para mover las caderas, cintas en la cabeza.

Unos guitarreros ya ensayan para el carnaval: “ella salta, ella baila en el carnaval, / churo ama, churo quiere, la chuguiaqueña”.

Entre baile, paseos por las quintas, excursiones a caballo, falta el tiempo para disfrutar la carne a la parrilla, el asado en olla, las humintas y los famosos tamales de Fabiola Mitru.

Sentir que el tiempo está detenido, que Tupiza no cambia, que los hombres son los de antes y piropean a las churas mujeres, que es hermoso el cabello negro y largo, que hay una rosa en la mano y en los pies un clavel colorado.


Lupe Cajías

“Tupiza, capital de Sud Chichas, es, ni duda me cabe, la tierra privilegiada para el amor, el baile y el arte”.
 

Página Siete 

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